Algo tan simple como decidir lo que haremos al día siguiente u ordenar una serie de actividades según su prioridad, suponen la puesta en marcha de habilidades altamente complejas, conocidas como habilidades ejecutivas. Estas nos permiten adaptarnos al contexto y desenvolvernos de manera adecuada en lo cotidiano.
Planificar, tomar decisiones, establecer metas, organizarnos, iniciar y finalizar una tarea, monitorizar, anticiparnos y tener flexibilidad cognitiva, son el listado de habilidades ejecutivas que diversos autores plantean como la base para lograr cualquier actividad por más simple que sea.
Ya sea que pongamos en marcha solo algunas o la mayoría de ellas al momento de realizar una tarea, lo cierto es que siempre están en juego. Salir a comprar, usar el transporte público, buscar algo en el computador o tocar un instrumento, ponen en práctica una gran cantidad de habilidades; sin embargo, al leer este listado, nos damos cuenta que son importantes en todos los ámbitos, pero ¿qué sucede en el contexto laboral?
El contexto laboral es por excelencia, el lugar donde se ponen en práctica las habilidades ejecutivas, nos ayudan en una adecuada ejecución de las tareas pero también interfieren en las relaciones con los otros, es por esto, que deben ser trabajadas y desarrolladas en todas las personas. A través de actividades como "encontrar las diferencias" entre dibujos, resolver un laberinto, repetir patrones, recordar imágenes o jugar juegos de mesa, nos iniciamos en ellas y poco a poco se pueden ir complejizando en función de la persona, sus objetivos, características y necesidades.
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