Resulta fácil encontrar publicaciones que pongan de manifiesto la relación entre discapacidad y pobreza, respaldando esta afirmación con datos que demuestran menores resultados en ámbitos como la educación y el empleo; sin embargo, ¿cuál es la situación en nuestro país? Acá te contamos
Existe una relación bidireccional entre la discapacidad y la pobreza, pues por una parte, en el caso de que se esté en situación de dependencia o se requieran cuidados o apoyos especiales, un miembro de la familia debe asumir ese rol o costear lo que esto implica, lo que puede empobrecer al sistema familiar. Por otro lado, si bien no la discapacidad en sí, sino que la discriminación producto de la misma, genera exclusión y por lo tanto, pobreza.
Si consideramos que la discapacidad no va, ni debiese ir asociada a la pobreza, debido a que si las personas cuentan con redes de apoyo robustas y tienen acceso en igualdad de condiciones a ámbitos como la salud, la educación o el empleo, no estarían expuestos a la precariedad a la que muchas veces lo están, entonces cabe preguntar ¿por qué la relación es tan evidente?
Una vez más, entran en juego las barreras tanto físicas como actitudinales, debido a que en la mayoría de los casos, esta relación radica en la dificultad en el acceso a los ámbitos ya mencionados, a los que se suman otros igual de importantes como la participación social, política y la vivienda, todos ellos derechos esenciales que aseguran el fortalecimiento de los recursos no solo desde lo económico, sino también desde lo social.