Poco a poco se han ido abriendo distintos espacios que hace un tiempo atrás, eran altamente restrictivos para la población con discapacidad. En la actualidad, existen experiencias exitosas de inclusión universitaria de personas con discapacidad; sin embargo, ¿qué se requiere para llegar a eso?
La educación superior ha experimentado una importante evolución a lo largo de los años, pasando de ser instituciones más bien reservadas para ciertas élites, a espacios de aprendizajes cada vez más abiertos y accesibles, diseñados para una mayor diversidad de personas.
En ese sentido, el acceso de alumnado con discapacidad también ha ido en aumento, pues en el actualidad, resulta poco factible pensar en una universidad "especial" o "solo para ellos". La mayoría de las investigaciones muestran que en América Latina, las instituciones de educación superior cuentan con participación de alumnado con discapacidad intelectual, auditiva, motora y visual, pero a la vez, también indican una brecha importante en relación al alumnado sin discapacidad.
Dentro de los aspectos que más influyen en la brecha antes mencionada, se encuentran las actitudes de asistencialismo hacia el estudiantado con discapacidad, la falta de preparación y conocimiento por parte del cuerpo docente con respecto al tema y la ausencia de mecanismos que aseguren la participación de todos en igualdad de condiciones, siendo los ajustes razonables los más necesarios de implementar (por ejemplo: modificaciones en el tipo o forma de evaluación, adaptación de contenidos, etc.).
Resulta fundamental que sean las propias instituciones educativas, las que se comprometan con adaptarse a estos cambios, asumiendo la responsabilidad que implica atender una diversidad cada vez más amplia de estudiantes, implementando acciones concretas que permitan la participación de estos en este ámbito, a la vez que incorporándolos en las etapas de consulta de los apoyos que requieren.